martes, 28 de enero de 2014

LOS AGENTES TEMÍAN UN FINAL TRÁGICO

POR LA INEXPERIENCIA DE LOS RAPTORES
La Guardia Civil entró en la casa a las pocas horas del ultimátum dado a la familia
A la Guardia Civil le bastó cruzar dos palabras con los secuestradores del empresario maderero de 41 años Abel Diéguez para darse cuenta de qué tipo de malandros tenían enfrente. Más que banda, una panda. Unos perfectos principiantes que hace más o menos tres meses se lanzaron a la aventura de organizar un secuestro cuando no estaban llamados ni preparados para empresas semejantes, más propias de bandidos de mucha más talla. Menos uno, con antecedentes por homicidio, el resto no da ni de lejos el perfil del delincuente experimentado y peligroso. Precisamente por eso, por su bisoñez, por no saber moverse en esas lides, los convertía en más peligrosos. «Los secuestradores eran una bomba de relojería», según José María Feliz, general jefe de la Guardia Civil. 






Porque una cosa es un grupo especializado en este tipo de delitos, que según fuentes de la investigación «saben jugar con los tiempos y la desesperación de la familia, manteniendo siempre la calma, sin ponerse nerviosos, con capacidad para mantener el secuestro durante meses o años si hace falta», y otra muy distinta son los delincuentes de poca monta y sin callo alguno en el rapto. «Cometen errores y cuando se ven desbordados o superados, el miedo puede llevarles a deshacerse del secuestrado», destacan agentes de la Guardia Civil que participaron en el rescate de este viernes de madrugada en Xar (Lalín). 

Ya la casa donde mantuvieron al secuestrado habla del tipo de gente que la habita, personas que rondan los 70, con una hija que se acerca a los 50 y el hijo de esta, de 14 años, que tuvo de una relación anterior. Es la típica vivienda de aldea, con sus chorizos, lacones y cacholas colgando del techo de un alpendre donde todo está manga por hombro y donde, en un habitáculo, ocultaron a Abel.

Así que la Unidad de Secuestro y Extorsión de la Guardia Civil, cuyos agentes se ocuparon de la investigación venidos desde Madrid, se tomó tan en serio o más este secuestro como si fuese obra de un grupo organizado y profesionalizado. Porque temían un final trágico y el viernes, pocas horas después de que los secuestradores llamasen por última vez a la familia para exigir la entrega inmediata de los 70.000 euros, el equipo de intervención tomó la casa. (LEER TODO)

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