Las crónicas adelantaron la imagen de los hombres de negro que llegarían desde Europa para intervenir España y el país se estremeció. Pero mientras llegan, o no, como diría Rajoy, diariamente más de doscientas comitivas funestas de hombres de negro, o de gris, llaman al timbre y con ayuda de la fuerza pública, si es preciso, desalojan a los vecinos que no pueden con su hipoteca. Tanto da que haya allí ancianos, niños o parejas desesperadas por su infortunio. La letra pequeña de las hipotecas dice eso y se aplica sin conmiseración. Los ejecutivos bancarios que dan la orden a distancia sin asistir a las ejecuciones judiciales, porque siempre es desagradable bajar al barro, piden al tiempo toneladas de auxilio económico al resto de los españoles. Es una injusticia tan hiriente que cualquier día incendiará el país.
Colectivos sociales se manifiestan en Barakaldo contra los desahucios
Hace algunas semanas ya escribimos en esta crónica que en los sectores más inteligentes del Gobierno, que alguno hay, se teme que la chispa que incendiará el malestar popular pudiera ser un ciudadano inmolado en la calle, como el que se quemó en Grecia iniciando la protesta. O una fecha, como el 25 de septiembre, en la que estaba previsto el asalto, que después quedó en cerco, del Congreso de los Diputados. Hace dos días la chispa se inició con el suicidio de una ciudadana vasca, exconcejal socialista, que se arrojó desde la ventana de su casa en Baracaldo cuando los hombres de negro del juzgado llamaron al timbre. (LEER TODO)
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