Los gatos pasean por el interior o ronronean al sol dormitando sobre un destartalado muro. Quienes transitan por el paseo marítimo miran como en una esquina de la cárcel se ha caído un trozo del muro, mientras la vegetación empieza a cubrir la fachada de un edificio que dejó de ser prisión el 16 de julio del 2009. En un lateral del inmueble, el portal de entrada está entreabierto. Se puede entrar sin problema.
Bajo las uralitas de una de las construcciones de los accesos hay un saco de dormir usado hace poco. Al otro lado de la edificación, también a cubierto, un par de jeringuillas y la goma usada para el pinchazo.
Ningún problema tampoco para cruzar una segunda puerta metálica y acceder al primer patio interior. El aspecto es lamentable: cristales rotos, sillas tiradas, trozos de bloques de hormigón por el suelo, papeles y restos de ordenadores.
La base de un ordenador está colocada para ser usada como escalera para saltar la puerta de acceso al núcleo central. Es el único al que no se puede acceder. Por las demás dependencias, viejas y abandonadas, se puede transitar. En la que fue garita de vigilancia, en una de las esquinas han hecho fuego que dejó negras escaleras y cristales.
«¿Cómo que habéis entrado?», preguntan sorprendidos desde la Sociedad Estatal de Infraestructuras y Equipamiento Penitenciario, SIEP. Está abierto. Son conocedores de los problemas del edificio: «Hubo un momento en el que había okupas y fueron desalojados». Y es que la vieja cárcel lleva casi mil días sin uso, salvo algunas actividades de tipo cultural. La última de ellas dejó al descubrieron el robo de cobre en la misma y los destrozos. Ahora, los cuadros eléctricos casi no existen ya que la mayor parte han sido arrancados. El destino de estas instalaciones sigue sin decidir, tras la visita de técnicos de Paradores de Turismo, en septiembre de 2009. Desde el SIEP explican que «está en trámites de cesión al Ayuntamiento coruñés».
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